Entre las necesidades fisiológicas que debemos cubrir las personas para vivir, se encuentra la alimentación.
Según la FAO (Food and Agriculture Organization), la alimentación es el “proceso consciente y voluntario que consiste en el acto de ingerir alimentos para satisfacer la necesidad de comer”. El ser un acto “consciente y voluntario”, lo convierte en un hábito modificable.
Por otro lado, la FAO también nos define el concepto de nutrición como el “acto involuntario, autónomo, de la utilización de los nutrientes”, que encontramos en los alimentos, “en el organismo para convertirse en energía y cumplir sus funciones vitales”. Al contrario que la alimentación, al ser un “acto involuntario”, no tenemos herramientas ni poder para modificarla.
Por ello, la OMS nos recuerda que la alimentación es la herramienta que tenemos para hacer frente a:
La malnutrición, en todas sus facetas,
y a las enfermedades no transmisibles como, la diabetes o enfermedades cardiovasculares, entre otras.
La reducción de los factores de riesgo - cualquier rasgo, característica o exposición de un individuo que aumente su probabilidad de sufrir una enfermedad o lesión - de dichas enfermedades no transmisibles, favorecerá el crecimiento sano y el correcto desarrollo cognitivo de cada persona.
La educación alimentaria se plantea como la estrategia para potenciar hábitos considerados saludables o modificar aquellos que pueden ser perjudiciales desde una perspectiva mucho más amplia involucrando a todas las personas de la comunidad, desde las más pequeñas de cada casa hasta las más mayores, ya que, nunca es tarde para establecer nuevos hábitos en nuestro día a día.
Esta estrategia implica fijar nuevos conocimientos y desmentir creencias erróneas (reeducación alimentaria) que promoverán la consciencia sobre nuestras elecciones evitando así, la necesidad de restringir o prohibir alimentos, poco interesantes a nivel nutricional, ya que, tendremos las herramientas necesarias para decidir por nosotros mismos.
Educar en alimentación en la infancia, es importante para la reducción de los factores de riesgo desde las edades más tempranas posibles y, por la gran influencia que tienen los hábitos y rutinas que establecen las personas de pequeñas a lo largo de toda su vida.
La estrecha relación que hay entre la alimentación y el riesgo a desarrollar enfermedades con un alto nivel de morbimortalidad refleja la importancia de nuestro patrón alimentario.
“Si comes bien hoy, tu cuerpo te lo agradecerá mañana”
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